El juego en la infancia funciona como un proceso simbólico que constituye nuestra identidad. Tras varios encuentros recordando juntas lo que ocurría en los libros y en los pupitres, quisimos pensar en lo que tenía lugar durante el recreo.
Celebrar la imaginación infantil, las canciones, los recortables que eran tesoros o las chapas que eran ciclistas fue un gesto necesario tras varios encuentros donde la sombra de las violencias a veces lo invadía todo. Un momento de ligereza necesaria que daba espacio a la nostalgia que hasta entonces habíamos querido evitar.